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Mostrando las entradas etiquetadas como microcuento

Accidente en la Luna

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 —Tenéis una hora. Después os quedaréis sin oxígeno. – las palabras de mi jefe resonaban en mi cabeza. –Trabajad, ser eficientes y volved. No quiero más papeleo. Suspiré, aún no habíamos sacado nada en claro, y nos quedaban menos de veinte minutos. Mi compañero, un ingeniero espacial, intentaba sin éxito extraer información del dispositivo, pero era imposible. Estaba demasiado dañado. Al principio, me había resignado a observarle trabajar, de vez en cuando veía como acariciaba su colgante. Era una rosa de plata, regalo de su mujer. Ella amaba las flores y él siempre, en su aniversario, le regalaba un ramo. Siempre  que estaba nervioso, tocaba instintivamente su collar. Le recordaba a ella y a la seguridad del hogar. Desesperada por la falta de respuestas, le dejé con la caja negra del satélite y comencé a buscar.  Empecé a deambular por los alrededores. Sabía que no se había caído solo. Era nuevo, hecho a partir de la mejor tecnología, por los mejores. Con él, transmitíamos información

A quien madruga...

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A quien madruga... ¡Vaya mañana más desastrosa! Si no sé para que lo intento... Encima de que me levanto temprano, intento no hacer ruido y preparar un desayuno de ensueño a mi familia... No había nada en la nevera. ¡Ni un mísero huevo! Pues nada, una tiene su maña y conseguí reunir un poco de zumo, un poco de leche, preparé el café y dispuse las tostadas para untar con mantequilla y mermelada. Parecía que la mala suerte se había disipado... Entonces, desde el jardín, apareció sonriente Lula, el perro de mis padres. Sin que pudiera evitarlo, atravesó la cocina galopante y me tiró al suelo. Me lamió la cara sin compasión mientras aullaba la cafetera sin descanso. Cuando pude defenderme de sus ataques adorables, el café ya caía por la encimera hasta el suelo y el olor a quemado inundaba la estancia. Mientras recogía el estropicio, Lula aprovechó para acomodarse cerca del calefactor y observar, sin perder ningún detalle, mi desastre. Retiré la cafetera, limpié el café de

Promesas

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El reloj marcaba las diez y media pasadas y su corazón dio un vuelco. Nunca había deseado tanto como aquello, vivir alejada de aquel mundo. Vivir sin miedo, sin préstamos, sin deudas y con amor. Solo pensar en el futuro dibujaba una sonrisa en su rostro, pero los nervios difuminaron la euforia y se fijó en la plaza. A pesar de la hora, aún rebosaba de vida, una que iba apagándose con cada tic tac. Avanzó unos pasos y decidió que lo mejor era apoyarse sobre la Puerta del Sol. Volviéndose invisible ante tanto jolgorio. Todo iría bien se repetía constantemente, pero lo único que oía su corazón eran las campanadas marcando las once de la noche. Se quitó la diadema y rozó con la punta de sus dedos las plumas que sobresalían. Había sido un regalo de Paco, quería sorprenderlo llevándolo consigo. Ella nunca lo había llevado puesto por miedo a ser descubiertos. Miedo a ser asesinados por un amor prohibido, pero aquel sentimiento había sido reemplazado por la esperanza. Esta era su noche. Con

Los caminos del destino

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¡Buenas Cosmonautas! Este mes me toca a mi organizar el reto de #Writember y para esta primera semana las palabras a utilizar eran: madera , sal  y deseo . Para que podáis comprobar que el texto las contiene las veréis en negrita y cursiva. Espero que disfrutéis del microrrelato y al final del mismo encontraréis enlace a los relatos del resto de participantes. Sin más dilación, "Los caminos del destino". Fotografía de Canva. Reprimí las ganas de echar mis tripas por la borda, me acurruqué junto a los barriles en la bodega y me centré en el crujir de la madera y el movimiento hipnótico de la tripulación. Todos sabían que debían hacer, sin necesidad de ninguna orden. Bailaban al ritmo de la tormenta, se sabían al dedillo cada nota. Ellos llevaban la batuta. Y yo me agazapaba como polizón que era, me escondía entre las sombras, intentando luchar por un amor fugaz. Prometí volver a verla y pensaba cumplir cada palabra. Por eso estaba luchando contra mi ma

Fuego y agua

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Mis huesos sentían la misma humedad, el mismo frío, que el resto de mi cuerpo. El agua se había colado por todos los rincones de mi ser, pero ya nada importaba. Empapado de pies a cabeza, sin ningún lugar al que ir, me senté en el bordillo. Un asiento privilegiado desde donde observar mi desastre. El fuego había intentado arrebatarme mi ilusión, y el agua lo había barrido por completo. No quedaban ni cenizas por recoger, lo había perdido todo. Hasta las sillas del público se habían destruido. El plástico había perdido la batalla contra un fuego abrasador, las cuerdas, las pelucas, todo había ardido. La arena había frenado al fuego, impidiendo que devorara a los acróbatas y payasos, que huyeron entre las llamas hacía el exterior. Todos se habían ido, dejándome atrás. No importaba, yo debía quedarme, y salvarlo. Miré a mi derecha, allí estaba Simón, el gran león, su anaranjada melena había sufrido también, y parte estaba chamuscada. Agitó su pelaje, y me salpicó barro y agua, ag

Una semana de locos

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Subía las escaleras como cualquier otro día, diez minutos antes de mi hora, me gustaba ser la primera en llegar. Ser la primera en empezar, en ordenar, en acabar. Era feliz en mi soledad, era feliz subiendo las escaleras en vez de subir en ascensor. Era feliz en aquellos diez minutos. El edificio estaba vacío, en silencio. Un silencio que se rellenaba con la música a todo volumen de mis cascos. No notaba el vació que aún permanecía en aquel frío edificio, y así, en mi ignorancia, subía las escaleras como una niña pequeña. De dos en dos y con los pies juntos, una pequeña competición contra mi aburrimiento. Fue entonces, con la pausa entre canción y canción que escuché una ligera risa a mis espaldas.  Me giré despacio con la cara colorada y vi a un total desconocido, un joven de más o menos mi edad, riéndose de lo que acababa de ver y yo, yo me di la vuelta y continué mi camino, con la cabeza alta y saltando los dos últimos escalones que me faltaban. Nadie iba a quitarme mis oc

Miedos en una noche sin luna

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No fueron los aullidos del lobo lo que nos asustó. Ni siquiera el silencio de una noche con niebla, ni un cielo sin estrellas. Fue la idea de perdernos por un camino que bien conocíamos los dos, donde sabíamos habría miedo, inseguridad y dolor.  Y mientras andábamos de la mano intentando no tropezar con las mismas piedras de antaño, nos miramos a los ojos y me dijiste adiós. Soltaste mi mano y seguiste caminando, perdiéndote en la inmensidad de la oscuridad. Ahí es cuando tuve miedo, miedo de perderme por perderte a ti.  Una noche sin luna ni estrellas, con niebla y un aullido, como pude pensar que esa noche hallaría amor. No encontré lo que buscaba, ni hallé consuelo en la soledad, me perdí deambulando por un camino escabroso, del que conocía cada grieta, cada roca, cada planta.  Para cuando salió el sol, lo único que encontré fue tu sombra en mi horizonte, un reflejo de un pasado cercano, ya olvidado en un futuro que tardará en llegar. - Cometa #SoloUnaHistoriaMás

La guerra en el cielo - #FamiliaCosmonautaII

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Siempre fuimos enemigos, dos seres enfrentados y condenados a vivir sumidos en un caos llamado guerra. Luchamos, perdemos, nos levantamos y vencemos, así en bucle, contando muertos y victorias por igual. La tierra se ha teñido de color, color sangre del cielo. Todo por la ambición de los humanos de conquistar cada rincón, hasta el mismo cielo. Y aquí estamos, en medio de la batalla número trescientos, con un barco navegando el firmamento mientras tambalea en la tormenta. Nos lanzáis vuestros mejores golpes y nosotros nos defendemos con arpones que lanzamos hacia vuestros corazones. Caéis del cielo, precipitándoos a nuestra amada tierra sin que vuestras preciosas alas blancas puedan libraros de la caída, morís. Vuestra lucha ha terminado mientras la mía continua, me encuentro en medio del caos, con un arpón viejo y roto, mientras huyo de algunos de vosotros que intentáis agarrarme y lanzarme al vacío, pero un ruido os aleja y reís. El barco ha caído, y cae, dejamos de ser asalta

La llamada - #FamiliaCosmonautaII

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Estaba apoyado en la pared, sujetando con fuerza el teléfono esperando que su amigo cogiera la llamada. Miraba fijamente al suelo, tranquilo y confiado de que no escucharía el buzón de voz. Así fue. — ¿Diga?  — contestó una voz femenina bastante adormilada. — Hola, ¿Jaime?  — Mmm, no, espera, ¿quien eres?  — preguntó molesta la cansada mujer. Hubo un momento de titubeo, y al final contestó: — Soy Luis, del colegio. Solo recibió un murmullo y unos segundos después se oyó una voz despierta y energética. — ¡Chaval, desaparecido! ¿Dónde andas? ¿Qué haces llamando a las seis de la mañana? — Necesito un favor. — Lo que necesites, lo que quiera el padrino de mi hija, dispara. — ¿Me puedes recoger? Te lo pagaré con una caña. Volvió hacerse un incómodo silencio pero al final resurgió la energética voz. — Claro, ¿dónde andas? ¿Qué ha pasado? ¿Otra chica? — Si...  — sentenció Luis. — ¡Cuenta! — Primero recógeme, estoy en...  — sin embargo Jaime le interrumpi

La visita de Zeus

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Por las calles de Madrid, por la zona de Chueca paseaba un hombre de pelo largo y rizado con una barba frondosa y blanca. Vestía con una camisa blanca decorada con unos gemelos en forma de rayo y unos pantalones vaqueros oscuros junto con unas sandalias con calcetines. Tras llegar a una intersección se quedó esperando y maldiciendo para sí, la tardanza de su cita.  " Maldito hijo, la puntualidad es importante hasta para los inmortales, cuando aprenderá." No tardó ni cinco de tiempo de Chronos en llegar un hombre joven de pelo rubio, corto y rizado, con una chaqueta roja y unas gafas de sol. Llegó montando sobre una moto, paró delante de su padre y le entregó un casco que fue cogido con temeridad por él. —     Llegas tarde Apolo. — afirmó con seriedad el hombre mayor. —     No sabía que habíamos quedado a una hora concreta — guiñó el ojo con picardía mientras se contenía la risa por ver a su querido padre pelearse con su melena y el casco.