Yo, Flamma

Mi mirada estaba fija en un único hombre, sentado, bostezando sobre su gran trono y su corona de laurel. Un hombre que se encontraba aburrido ante un espectáculo atroz que solo alimentaba la sed de un pueblo ignorante. Una sed de sangre.

Levanté mi espada y la enterré en el pecho de mi compañero quedándome solo en la arena. Una tierra amarilla que se había ido tiñendo de rojo a lo largo del día. Entonces se hizo el silencio, todos miraban al hombre con la corona de oro. Se levantó sin un solo atisbo de entusiasmo y mi corazón paró de latir durante los segundos que tardó aquel emperador en levantar su dedo hacia el cielo.

- Valiente gladiador, te otorgo por cuarta vez el rudis, ¿aceptarás, en esta ocasión, la libertad que se te ofrece?

“La libertad” pensé, “después de treinta y cuatro combates, a lo mejor, merezco probar el sabor de eso que llaman ser ciudadano romano”.

- Esperamos su respuesta, ¿serás o no, un ciudadano de Roma?

“No soy romano, soy sirio y me llamo Flamma y aún no sé si merezco salir de esta cárcel de piedras a la que ahora llamo hogar”

Miré a los ojos de un hombre que creía tener el poder de doblegar a pueblos y sin apartar mi mirada abrí la boca para gritar ante ese coliseo y ante los mismos dioses:

- Yo, Flamma, hijo de hombre libre, hijo de hombre sirio y no romano, no acepto el rudis y seguiré combatiendo hasta que una espada siegue mi vida y ahí, solo ahí, habré ganado mi ansiada libertad.

- Que así sea.

Al fin, había logrado que ese hombre poderoso mostrará un atisbo de emoción ante el espectáculo que le ofrecía, que yo le ofrecía. Y ese, es mi cometido en esta vida, hacer de la guerra una diversión para un pueblo que no es el mío.

Yo, Flamma, acepto mi destino con la cabeza alta y con los pies ya, pisando la otra vida.


- Cometa
#SoloUnaHistoriaMás



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Flamma fue un gladiador romano quien rechazó hasta cuatro veces el "rudis", una espada de madera que simbolizaba la libertad del esclavo. Luchó treinta y cuatro combates y murió a los treinta años de edad.

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